














Nunca pensé que pintar, moverse y meditar pudieran tener tanto poder juntos. Elevart me ayudó a soltar miedos y a ver el arte como un camino para sanar. Me fui distinta, más ligera y con muchas ganas de seguir explorando.

Sentí que recuperaba una parte de mí que estaba dormida. Además, conocí gente maravillosa con la misma sensibilidad y ganas de transformar el mundo desde el arte.

Llegué a Elevart buscando desconectar del estrés y terminé conectando conmigo misma de una manera que no imaginaba. El proceso creativo fue terapéutico, pero lo que más me marcó fue el ambiente: nadie juzga, todos exploramos. Me fui con la sensación de haber limpiado mi mente y abierto el corazón. Volvería sin dudarlo.
